domingo, 16 de enero de 2011

LAS FRONTERAS

La grata sorpresa de que un crítico chileno se ocupe de dos de mis libros: Hotel en Shangri-Lá y Saide (http://elpost.cl/content/en-pantalla) me lleva a referirme a un tema que aflora en la nota: la imposibilidad de que los libros hispanoamericanos crucen nuestras fronteras sin que pasen por la caprichosísima aduana de las editoriales españolas. Es absurdo que esto ocurra doscientos años después de los procesos de independencia, sobre todo cuando hay editoriales, la colombiana Norma es un ejemplo, que tiene presencia en varios de nuestros países. Este condicionamiento del mercado hace que el canon de la literatura hispanoamericana, y el de cada una de nuestras repúblicas, sea determinado más en Madrid y Barcelona, que en Buenos Aires, Ciudad de México o Bogotá. Nuestras instituciones públicas, que apoyan con gran entusiasmo las programaciones de las multinacionales del libro, deberían pensar mejor las cosas para cumplir con sus deberes misionales y servir a nuestras culturas; no puede ser que las ventas y el gusto de ciertos lectores ibéricos sean los criterios más atendidos a la hora de participar en tales eventos.

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