sábado, 11 de junio de 2011

SIMONA


"Entre todas las mujeres que conozco, Simona es la que más deseos me provoca. Me enloquece verla caminar, siento el impulso de morder esa carne dura y elástica, esos labios que mis labios no podrían abarcar", anota Sebastián Uribe, el personaje "biografiado" en La voz interior (2006), esa novela-suma que narra la vida de un escritor casi inédito, y que nos proporciona, seleccionados, los supuestos productos de su vocación literaria. El autor de ese trabajo es Bernabé Escobar, hermano de la protagonista de la Historia de Simona (2011, Premio de Novela Corta "José María Pereda"), la narración que a muy buen ritmo pero sin prisas, nos cuenta el romance que nace en un bar entre una mujer de más de cuarenta años y José Hilario López, un estudiante universitario que acepta las reglas de una relación sin porvenir, y cómo se prolonga a través del tiempo. Son los detalles objetivos y subjetivos de su enamoramiento y sus posteriores encuentros, los que Darío Jaramillo Agudelo nos proporciona con una prosa cuidadosísima, que abarca juegos verbales, descripciones de una precisión que sólo la sensibilidad de un poeta consigue y apuntes brillantes ("Quien ha reconocido su amor, al menos tiene el compromiso de asumir ese amor, de defenderlo, es decir, de proyectarlo hacia el futuro. Quien no lo ha hecho, apuesta por la intensidad de cada momento"). Prácticamente desprovista de los refentes habituales en la narrativa colombiana actual -narcotráfico, violencia, inseguridad política-, Historia de Simona es, desde el punto de vista literario, mucho más lograda que la mayoría de las novelas, algunas también premiadas, que los medios de comunicación promueven para complacer la voracidad de las multinacionales del libro ("el factor de la moda uniforma los gustos, hace grande lo pequeño, deroga reputaciones de cuarto de hora e inventa los ídolos de una frívola farándula". Bernabé Escobar en La voz interior, página 27). Estructurada con saltos de tiempo que en ningún momento desorientan al lector, y que le permiten al narrador sorprendernos sin truculencias -excepto una, excepcional y necesaria-, una figura femenina nada tradicional cobra vida en sus páginas, y se agrega a nuestras románticas enfermas de amor del siglo XIX, a las mujeres de armas tomar de las comunas de Medellín y a las reinas de la rumba bogotana que siempre están pensando en viajar al exterior. Infiel y buena esposa, amiga de sus hijos y pésima madre, cotidiana, sensual, mundana e intuitiva ("Un hombre inteligente puede ser más tonto que una mujer frívola", comenta la propia Simona), es un arquetipo más interesante y verosímil que muchas de sus contemporáneas, y podemos conocer una parte de su pasado en La voz interior, donde provoca un orgasmo al inteligentísimo Sebastian Uribe con sólo bailar el bugaloo.

 No sabemos si Susana, su hermana gemela, aparecerá tarde o temprano en otra buena novela -reflejos, heterónimos, dobleces varias, simetrías-, lo cierto es que la Historia de Simona es también, y no podía ser de otra manera, un glosa a muchos de los maravillosos poemas de amor de Darío Jaramillo Agudelo, quizá a uno de los más breves:

Sé que el amor
no existe
y sé también
que te amo.

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