lunes, 11 de junio de 2012

¿NOS VAMOS A MORIR CON NUESTRO SISTEMA DE SALUD?


Hace 30 años el cineasta británico Linsay Anderson participó en el Festival de Cannes con Britannia Hospital, una comedia negra sobre y contra el sistema de salud del Reino Unido. Protagonizada por un actor emblemático, Malcolm McDowell, la vi en su momento y nunca olvidé una escena en la que un paciente no es atendido porque unos camilleros no pueden pasar de un límite y los siguientes, a su vez, tampoco pueden o quieren sobrepasar el suyo, lo que provoca que la camilla y el hombre moribundo queden en un espacio "no asignado" de tres metros de ancho.
Entonces pensé que tales comportamientos eran una exageración que sólo cabía en una comedia negra. Tras mis últimas experiencias con el sistema de salud colombiano empiezo a creer que Anderson no exageraba en absoluto. El problema no es sólo que las Empresas Prestadoras de Salud funcionen bajo la lógica de sus propietarias, las instituciones financieras, es también que los procedimientos a los que someten al personal de salud hacen que muchos comiencen a actuar con la rigidez y la impersonalidad de los cajeros bancarios, pero sin su eficiencia, y, para agravar las cosas, con la conciencia plena de que "el cliente" no tiene elección porque el sistema está diseñado para que ninguna de la empresas pueda ofrecer algo mejor, y quizá también para inducirlo a adquirir un costoso plan complementario que únicamente le recibe a los pacientes los órganos que tiene sanos -a este descuartizamiento lo denominan "preexistencias"-. Es obvio que ante una cotidianidad laboral condicionada y presionada, y con pésimos salarios, con riesgo grave de quedar desempleado en cualquier momento, el juramento inspirado por un tal Hipócrates de Cos hace 25 siglos es letra muerta.
Todos los días se escribe contra las Empresas Prestadoras de Salud. Quizá ayudaría que uno de nuestros cineastas filmara Hospital Colombia, una comedia sobre las precariedades del sistema de salud de nuestro país, en vez de repetir la eterna historia de nuestro linda Colombia, con tanta tanta gente tan linda -¿los dueños y directivos de las EPS?-. Tal vez un éxito cinematográfico, aunque sea uno plagado de chistes en el estilo de nuestro decadente Sábados felices, consiga que la protesta diaria gane en efectividad.


   

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